Un día perfecto

El día perfecto empieza levantándome de la cama sin la presión del despertador.
Me voy hacia la cocina y me hago una taza de café enorme que me tomo con toda la calma del mundo en el sofá, gris marengo, con la mirada perdida puesta en la ventana.
Me arreglo, dedicando más tiempo del necesario a la elección de la ropa, la ducha, el secador y demás quehaceres.
Salgo a la calle a pasear sin rumbo, en manga corta pero con una chaqueta fina encima. Temperatura primaveral. Me pierdo por las calles del casco antiguo hasta cansarme.
Me siento en la terraza de algún bar y mientras el camarero me sirve un té saco del bolso lo que estoy tejiendo y sigo con ello.
Como con Jaume en algún restaurante perqueño pero céntrico.
Vuelvo a casa y tejo en el sofá, haciendo ver que miró la tele hasta que el sueño se apodera de mi. En ese momento duermo una señora siesta hasta que el cuerpo dice basta.
Me tomo una ducha rápida, otra taza de café y cena con amigos en algún restaurante japonés. Gintonic en el Úbeda.
Vuelta a casa….

Aiii, soñar es gratis…. Mañana vuelta al trabajo, un día más. Con los tiempos que corren debería, debo, estar contenta. Mañana, día 30, cumplo 33.
Muchos? No sé, son los que son. Mi madre solía decirme cuando me quejaba que era mucho peor no cumplir. Y tenía razón. La echo mucho de menos.

Aún así, estoy contenta. Se que hay mucha gente que me quiere y que me desea lo mejor en este día y en los 364 restantes.

Un beso a tod@s.